Sobreviven migrantes en ruinas y con los sueños rotos
Intentaban alcanzar el “sueño americano” y no lo lograron
Augusto salió de la comunidad de Santa Cruz Huatulco, Oaxaca, con un solo objetivo: llegar a los Estados Unidos y mejorar su calidad de vida. Un problema que ponía en riesgo su vida lo obligó a emigrar de su tierra en el sur del país.
“Un vecino de la comunidad me platicó de ellos (los polleros), pero no pudieron hacerme el favor. Entonces me contactaron con otras personas, quienes terminaron robándome, me tuvieron secuestrado varios días y me abandonaron en Samalayuca”, relató Augusto, preocupado.
Tras esa experiencia, logró llegar a Ciudad Juárez con la esperanza de recuperar su estabilidad. Al preguntar en la calle, le comentaron que podía recibir ayuda en el Centro Integrador para el Migrante “Leona Vicario”, por lo que caminó por todo el eje vial Juan Gabriel hasta el albergue federal. Sin embargo, ahí no encontró apoyo.
“Traté. Fui a un centro que está sobre esta avenida, pero no me pudieron recibir porque ya era muy tarde. De regreso vi que había una fogata aquí y me acerqué”, contó.
La fogata había sido encendida por Chuy, un migrante de 40 años que fue deportado de los Estados Unidos hace un par de años y que no logró reinstalarse en Ciudad Juárez. Ahora vive con otros dos hombres y una mujer en un edificio abandonado del eje vial Juan Gabriel, donde han encontrado refugio ante la marginación que han sufrido por su situación.
“Me deportaron por Nogales. Llegué a Juárez después de haberme ido en 2001 y, pues, llegué sin trabajo y sin conocer a nadie. Se puso difícil volver a comenzar, porque aquí todo es conocer gente”, relató Chuy mientras sacaba el cobre de un rollo metálico para venderlo.
En la tapia, donde han levantado paredes con escombros para protegerse un poco, tanto Augusto como Chuy han encontrado el apoyo y abrigo de otras personas en condiciones similares, mientras que las autoridades aparentemente les han dado la espalda.
“La gente de aquí, los que viven enfrente, ellos me dieron de desayunar”, dijo Augusto, quien no imaginaba que lo recibirían de esa manera.
En el lugar viven una pareja, Augusto, Chuy y Edgar. Al hablar con estos tres últimos, todos comentaron que esperan que su estancia en la tapia no sea permanente. Su objetivo es conseguir un trabajo, ahorrar dinero y rentar una casa para recuperar su estabilidad económica.
“No descansamos. A veces amanecemos despiertos porque está muy peligroso. A veces vienen malandrillos a quitarnos lo poco que tenemos. A un amigo, la otra vez, le metieron un navajazo”, platicó Edgar, quien llegó a Juárez desde el interior de la República, pero fue asaltado. Le quitaron su dinero y documentos, lo que le impide conseguir empleo y estabilizarse en la ciudad.
El inmueble abandonado se encuentra en el eje vial Juan Gabriel, entre las calles Industrial y Ponciano Arriaga. En su interior se observan lonas que dividen el predio en “habitaciones”. Al fondo de la construcción hay un espejo colgado del techo y, en un pequeño cuarto improvisado con escombros, es donde cocinan.
A pesar de ser mexicanos, las cinco personas que viven ahí no tienen sus documentos consigo ni dinero para tramitarlos. Solo cuentan con la ropa que llevan puesta y la esperanza de salir adelante.
“Ya estoy harto, quisiera tener dinero”, expresó Edgar, quien lamentó no poder conseguir un lugar donde vivir dignamente. Además, dijo que cuando sale a la calle la gente lo ve como si fuera un delincuente.
