Cuenco Café: El sueño que encontró su “huequito” en Juárez

Cuenco Café está abierto. No solo como negocio, sino como una declaración de amor a una ciudad compleja, resiliente y llena de historias que, como la de Daniela, merecen contarse una taza a la vez

A veces los sueños toman desvíos. Se guardan, se reinventan, se postergan. Pero cuando son verdaderos, tarde o temprano encuentran su momento. Eso fue lo que le ocurrió a Daniela Salas, periodista, socióloga y ahora emprendedora, quien después de años de búsqueda personal y profesional decidió abrir Cuenco Café, un espacio que nació del corazón y hoy se alza como homenaje viviente a Ciudad Juárez.

“Este sueño empezó cuando tenía 17 años”, cuenta Daniela. Por aquel entonces, cubría eventos deportivos para el Diario de Chihuahua. Tras cada jornada, encontraba refugio en algún café para escribir, editar y pensar. Ahí nació el anhelo: tener un espacio propio, un café que no solo sirviera bebidas, sino que abrazara a quien entrara.

Con el paso del tiempo, su camino se fue por otros senderos. Estudió periodismo en la capital del estado, luego una maestría en UTEP, dio clases en la UACH, trabajó en una maquiladora y por momentos sintió que se alejaba de su propósito. Pero fue en esa aparente desconexión donde conoció a personas claves, como Carla, una excompañera de la industria que hoy es una de sus baristas, y donde también reafirmó lo que no quería para su vida.

“Yo creo que entre los 20 y los 28 me perdí un poco, pero al final me reencontré”, dice con honestidad. La chispa volvió en 2023 y para inicios de 2024 ya había montado una barra improvisada de café en una maquila. Esa experiencia acelerada, mecánica y exigente la preparó para lo que venía: abrir su propio local.

De Chihuahua a Juárez, con gratitud

Cuenco Café está ubicado en la avenida Américas, una zona con historia, tránsito y vecindad. El local lo encontró por casualidad (o destino) al preguntar por un espacio disponible. “La señora de los marcos me dijo que tenía una bodega sin usar. Ahí fue”, recuerda.

Aunque originaria de Chihuahua capital, Daniela ya se asume juarense por adopción. Lo dice con convicción y una sonrisa cuando habla del calor humano que encontró en esta frontera.

“La gente de aquí es buena, cálida, hospitalaria. No he conocido gente así en ningún otro lado”.

Durante la inauguración de Cuenco, apenas el pasado lunes 21 de julio, fue evidente ese cariño. Todos sus amigos en la ciudad (hechos durante siete años de vida aquí) se dieron cita.

“No somos de aquí y todos vinieron. Eso fue muy fuerte para mí”, dice.

Una identidad que honra la ciudad

En Cuenco no hay pretensiones ni clichés. Lo que hay es arraigo, intención y una clara apuesta por lo local. Desde el nombre (elegido por su resonancia cálida y redonda) hasta los vasos del café, que llevan ilustraciones con íconos de Juárez: la montaña Franklin, Juan Gabriel, la X, el Gardié. Todo fue pensado como un homenaje a la ciudad que la recibió y que ahora ella quiere celebrar.

“Quiero que sea Juárez. Es mi forma de agradecer lo que esta ciudad ha hecho por mí”, explica.

Mucho más que café

Si bien Cuenco sirve espresso, moka (su favorito, preparado con chocolate Morelia), cappuccino y otras bebidas, el café es apenas el punto de partida. El verdadero proyecto tiene un enfoque social y comunitario.

Daniela quiere que Cuenco sea un espacio de encuentro, de expresión y de pertenencia. En sus planes hay clubes de lectura, noches de boleros, mercados de emprendedores, una tienda con productos hechos en Juárez y, eventualmente, incluso retomar el periodismo desde ahí.

“Quiero que la gente entre y se sienta parte. Que no les intimide no saber de café. Que se sientan cómodos, bienvenidos, sin prejuicios”, afirma. Y lo dice en serio: el lugar acepta mascotas, invita a la conversación y a menudo se transforma en foro para ideas, arte y diálogo.

El camino apenas comienza

Apenas lleva días abierto, pero Cuenco ya vibra con una energía distinta. “Vamos empezando, pero la meta es crecer, invitar a más gente, crear comunidad”, dice Daniela, que sueña con tener contacto directo con productores de café en Veracruz, y con fortalecer aún más la identidad local del proyecto.

En seis meses, Cuenco podría ser muchas cosas: una tienda, una galería, un punto de encuentro para jóvenes y adultos. Pero sobre todo, será lo que su comunidad quiera que sea.

“No se trata de competir. Hay espacio para todos. Quiero que vengan a Cuenco, claro, pero también que recorran todos los cafés de la ciudad. Porque cuando uno reconoce lo bueno de Juárez, lo valora más”, concluye.

Cuenco Café está abierto. No solo como negocio, sino como una declaración de amor a una ciudad compleja, resiliente y llena de historias que, como la de Daniela, merecen contarse una taza a la vez.