53,000 asesinatos y seguimos contando…
Los homicidios no están bajando en el 2020 ni mucho menos bajaron en el 2019. Los primeros 18 meses de López Obrador como Presidente han sido los más violentos en la historia moderna de México. Cargar el peso de 53,000 asesinatos que recaen sobre su espalda no es algo sencillo de soportar.
Se percibe que la estrategia no está funcionando bien y, claramente, las posibles soluciones no han dado resultado. Mueren y desaparecen mexicanos como si México fuera una zona de guerra. Los feminicidios están fuera de control. Y a veces no pareciera existir ningún sentido de urgencia para enfrentar esta crisis.
Ningún año en las presidencias de Peña Nieto, Calderón, Fox, Zedillo, Salinas o cualquier otro presidente en casi un siglo fue tan violento como el primero de AMLO en el gobierno. Solamente en su primer año como mandatario tuvo 35,000 asesinatos, cifra que supera los 33,000 del último año de Peña Nieto y que supera por mucho los 27,000 del 2011, el año más violento del ‘’asesino’’ de Felipe Calderón.
A pesar de que se llena la boca diciendo que tiene otros datos, estos datos son obtenidos de su propio gobierno, por el INEGI. Ningún país que se considere exitoso en materia de seguridad puede tener 53,000 asesinatos en escasos 18 meses de mandato. Estos datos reflejan la dura realidad de México.
Ni el despliegue de la Guardia Nacional -que no han dado ningún resultado-, ni sacar a los militares de nueva cuenta a las calles han evitado que la violencia crezca más y más. El gobierno ha fallado en capturar a líderes criminales, y al único que capturó, tuvo que incluso liberarlo y meses después ir a rendirse ante su abuela.
Nadie culpa a AMLO del terrible legado de violencia que le dejaron sus antecesores, pero sí es responsabilidad suya tratar de darle solución a los problemas más urgentes del país, para eso, entre otras cosas, más de 30 millones de mexicanos votaron por él. Si en su primer año no dio resultados, debe cambiar su plan de seguridad, despedir a los funcionarios que no asuman su deber de encontrar soluciones para el problema, como cualquier jefe de Estado.
El presidente se ha vuelto su opositor más eficaz. Nadie le ha hecho más daño a su proyecto que él mismo. Hasta el momento solo vemos muertos, secuestrados y desaparecidos.