
Tortas Santa Elena: 43 años entre telones y teleras
Más allá del menú, lo que convierte a Santa Elena en un sitio entrañable es su ambiente familiar
Alfonso Octavio Trías fue un exitoso dramaturgo que arribó a Ciudad Juárez en el lejano 1976, procedente de Ciudad de México. Trías consolidó una larga trayectoria, la cual fue reconocida dándole nombre a una de las salas principales del Centro Cultural Paso del Norte, ubicado en esta frontera.
¿Por qué una figura así es relevante en esta historia? Bueno, Trías no solo vivía de teatro.

Tortas Santa Elena se fundó en 1982 y este pequeño negocio familiar ha resistido el paso del tiempo con una fórmula sencilla pero poderosa: sazón, autenticidad y cariño.
“Mi papá necesitaba un empleo que le permitiera seguir haciendo teatro”, recuerda Abraxas Trías, actual responsable del negocio y también actor de teatro. “Así que junto con mi mamá decidieron abrir una tortería. Comenzaron vendiendo solo cuatro tipos de tortas: milanesa, jamón, jamón con chorizo y queso, y chile relleno. Sin salsas, solo chiles curtidos caseros. Así nació Santa Elena”.


De la torta al platillo
Lo que comenzó como una ventanita que atendía desde la calle fue evolucionando. Se expandieron hacia la casa que la abuela de Trías dejó y con el local aumentaron los clientes.
Fueron los mismos comensales quienes, antojados por ver a un joven Abraxas degustar los platillos caseros que cocinaba su madre para él, comenzaron a generar una expansión del menú.


“Mi mamá me preparaba mi comida aparte, guisos y calditos caseros. La gente veía y preguntaba: ‘¿Y eso qué? ¿No me vende un platito?’ Así empezó la transformación”, cuenta Trías. Para finales de los noventa, el menú ya incluía enchiladas, caldo de res y almuerzos completos.
Hoy en día, Santa Elena ofrece desde su icónica sopa de fideo hasta platillos de pechuga en crema de chipotle, pasando por su brisket casero, caldo de res (sí, incluso en verano) y, por supuesto, una extensa variedad de tortas que han sido bautizadas con nombres que son parte del folclor del lugar.
Tortas con nombre y apellido
La creatividad de la familia Trías se expresa también en los nombres de sus tortas más queridas:
La Apasionada: doble milanesa con queso fundido, “una historia de amor entre dos carnes”, como decía su padre.
La Dinamita: jamón, chorizo y queso, una explosión de sabor nacida del desayuno familiar.
La Paseña: la favorita de los estudiantes de la secundaria Paso del Norte (no porque venga de El Paso, Texas), que pedían su torta Dinamita con milanesa.
La Mensajera: pierna, chorizo y queso, en honor a un leal repartidor que la comió durante tres años seguidos.
La Pilo’s Special: de deshebrada, doble, con aguacate, sin verdura, dedicada al dramaturgo juarense “Pilo” Galindo.
Más que comida, un legado familiar
A 43 años de su fundación, Santa Elena ha visto pasar generaciones tanto en su cocina como en su clientela. Hoy, Abraxas lidera el restaurante con el mismo espíritu con que lo fundaron sus padres. “Crecí aquí. Sé cocinar, hacer las compras, llevar la contabilidad. Mi mamá me está pasando la estafeta”, afirma.

Junto con ella, y ahora acompañado por su propio hijo, Trías mantiene viva una tradición que no solo alimenta cuerpos, sino también memorias. “Esto no es un negocio que planeamos escalar. Ha crecido porque la gente nos lo ha pedido. Así nacieron también los banquetes, de un cliente que nos dijo ‘¿me pueden hacer comida para una reunión?’”.
Ahora, el plan de Abraxas es abrir una terracita con cerveza, para atraer a nuevas generaciones.
El alma de la torta
Si algo distingue a Santa Elena de otras torterías, es la fidelidad a su esencia. El pan, por ejemplo, sigue siendo horneado en ladrillo por la misma panadería desde hace 40 años. La carne de sus milanesas es de calidad, rebanada gruesa, sin escatimar. “Aquí no hay radiografías de milanesa”, bromea Abraxas.
Y aunque los tiempos han cambiado, la filosofía no: “Aquí se le da al cliente lo que quiere. Si no está en el menú, lo inventamos”.

Teatro, rebeldía y posadas
Santa Elena también ha sido escenario de momentos insólitos. Desde la visita inesperada de Alejandra Guzmán, hasta el paso cotidiano del actor Joaquín Cosío, quien acude regularmente por su torta (aunque a veces no puede terminarla por la cantidad de fotos que le piden).
Y en los años más difíciles, como durante la pandemia, la familia resistió con ingenio y rebeldía. Cerraban las cortinas, pero atendían discretamente a sus clientes de siempre. Implementaron turnos rotativos para no despedir a nadie, y aprovecharon su experiencia en servicio a domicilio para seguir a flote.
Incluso hubo una época, al inicio de los 2000, donde Abraxas convirtió la parte trasera del local en un bar clandestino llamado “Elena de Noche”. “Ese bar le dio un segundo aire a Santa Elena”, reconoce.

Un lugar que sabe a hogar
Más allá del menú, lo que convierte a Santa Elena en un sitio entrañable es su ambiente familiar. Literalmente. El restaurante es una casa transformada, con sus antiguos cuartos ahora llenos de mesas, risas y comida caliente. “Cuando vienes aquí, no es como entrar a un restaurante, es como llegar a la cocina de tu mamá”, afirma su dueño.

Esta familiaridad y sazón de hogar hace que cientos de juarenses vuelvan diariamente por sus deliciosas tortas, ocurrentes vivencias y tranquilos espacios para disfrutar a la hora de comer.

