Embarazarse y parir en Ciudad Juárez a la espera de asilo en Estados Unidos
En los planes de Yumara estaba llegar a Estados Unidos junto con su pareja para pedir asilo y empezar una vida diferente a la que dejó en Cuba hace casi dos años. No pensó en un embarazo y menos que eso ocurriera después de hacer su solicitud de asilo y de ser enviada a permanecer en Ciudad Juárez
“Nunca pensé tener un hijo…en la vida tenía planeado tener un bebé, pero bueno ya Dios me lo mandó” dice la migrante de 27 años, mientras pasa sus manos por su vientre abultado donde lleva a su primogénito.
Estima que su parto puede ocurrir a principios de agosto, pero no tiene certeza de nada porque no ha tenido un consulta médica ni exámenes, menos un ultrasonido. Como la mayoría de los migrantes en Ciudad Juárez que esperan bajo el ‘Protocolo de Protección a Migrantes’ (MPP por sus siglas en inglés), Yumara –cuya identidad real fue cambiada por cuestiones de seguridad migratoria– carece de servicios médicos.
Cuenta que a su arribo a esta frontera, en abril del 2019, le otorgaron un servicios medico por tres meses, junto con unos documentos con los que podía esperar su proceso de asilo estadounidense; pero luego “pasado ese tiempo, ya no tenías posibilidades de atenderte en un hospital”.
La mujer llora mientras cuenta su experiencia. Ella llegó a Ciudad Juárez hace un año y cuatro meses. Es originaria de la Isla de la Juventud –ubicada en parte suroccidental de Cuba, aproximadamente a unos 142 kilómetros de la ciudad de La Habana–. Decidió salir de su país por su opinión política, “en mi país, tener una opinión o pensamiento diferente al del gobierno es inaceptable”.
“Tengo una esperanza”, dice Yumara, aunque considera que su situación sigue en el limbo, tanto en México, como en Estados Unidos.
No es la única migrante embarazada que se encuentra en esta frontera mexicana a la espera de asilo en Estados Unidos y en la incertidumbre por no tener acceso a servicios de salud, sin empleo y sin dinero para pagar servicios de médicos particulares. Igual se encuentran Natalie y Andrea, también de Cuba; Derry, de Honduras, y Marianela, de Ecuador, entre otras más de 30 mujeres que se preparan para parir.
No es fácil migrar y quedar embarazada en un país que no es el tuyo, tampoco es fácil si ocurre durante el camino, comenta Derry, de Honduras que lleva un año en la ciudad a la espera que las autoridades estadonidenses resuelva su solicitud de asilo.
A la mujer le preocupa su salud, pero más la de su bebé, su primogénito. Por ser migrante y no contar con dinero, tampoco ha encontrado espacio para su atención en estancias de salud pública en la ciudad.
Dice que fue retornada por el gobierno de Estados Unidos junto con su marido, entonces ambos se pusieron a trabajar para sostenerse durante su espera en esta frontera, pero a ella la despidieron cuando se dieron cuenta que estaba embarazada y su marido apenas si logra un ingreso de mil o mil 200 pesos por semana, con lo que pagan renta, servicios y compran alimentos. Para la consulta médica, “ya no alcanza, está muy difícil”.
No es fácil, dice otra migrante de Venezuela, que pide no ser identificada. Tiene varios meses de embarazo y asegura que no la atienden en ningún hospital.
“No nos atienden por ser migrantes y aparte no tenemos papeles aquí, no estamos legal aquí y eso nos hace bastante difícil la situación” asegura la mujer que huyó de su país junto a su marido en busca de una mejor vida. Al llegar a esta frontera ambos comenzaron a trabajar en un casino, pero con la parición del COVID-19 se quedaron sin ingresos.