
Los murales que le dan vida a las calles de Juárez
Plasman artistas su arte urbano con diferentes temáticas, mensajes y significados
Todos los días, desde muy temprano, doña Amelia llega al cruce de las calles Donato Guerra e Ignacio Mariscal, en la Zona Centro de Ciudad Juárez, para instalar su puesto de segundas frente a un gran mural que, sobre la calle Donato Guerra, plasma a Don Gato y su pandilla.

La mujer adulta platicó que esa pintura ha atraído la atención de algunos fronterizos, quienes llegan hasta ese punto para tomarse fotografías o, al pasar, se detienen a ver el mural. Esto le ayuda a que clientes se detengan en la zona y, de paso, le compren algo.
“Se paran muchas personas, niños y chavalos a retratarse, y pues alegra la visión y se disfruta. Son caricaturas que llaman la atención y es como diversión y alegría”, comentó doña Amelia mientras observaba el mural, que es solo uno de los cientos que se pueden encontrar por toda la ciudad.

Los murales se han convertido en una expresión artística muy presente en esta frontera, con diferentes temáticas, mensajes y significados. Aunque su popularidad en el país inició en la primera mitad del siglo pasado con grandes exponentes que aún hoy siguen siendo reconocidos, como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.
UN MOVIMIENTO POSREVOLUCIONARIO
Tomás Márquez, pintor y maestro del programa de Diseño Gráfico de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), explicó que el muralismo mexicano es el movimiento artístico más reconocido en el país, el cual tomó fuerza entre las décadas de 1920 y 1940, pero se ha mantenido vivo hasta la fecha.




“La mayoría de los muralistas mexicanos, los clásicos como Rivera, Siqueiros, Tamayo o José Clemente Orozco, tenían muy definido un contenido que, en aquellos tiempos, estaba mayormente enfocado en el boom socialista, comunista y en la consolidación de la República Mexicana. Siempre trataban temas de la Revolución, del pueblo y de la lucha. Eran murales que apelaban a fortalecer la identidad mexicana”, explicó Tomás.

Un claro ejemplo del muralismo mexicano como una corriente artística se encuentra en el edificio de la antigua presidencia de Ciudad Juárez, ubicado en el cruce de las calles Ignacio Mariscal y Miguel Hidalgo, en la Zona Centro. Ahora convertido en el Centro Municipal de las Artes (CMA), alberga murales que retratan momentos históricos del Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez.
“Sin duda, son murales que pretenden contar la historia mexicana y reafirmarla a través de la imagen. Son un claro ejemplo del muralismo mexicano, con la usanza clásica de la corriente”, comentó Tomás sobre las obras del CMA. También destacó que en la ciudad se pueden encontrar murales contemporáneos.
EL ARTE AL ALCANCE DE TODOS
De acuerdo con el maestro universitario, Juárez es una ciudad con un florecimiento importante en el arte urbano, donde el muralismo juega un papel clave. Esta expresión puede tener diferentes motivaciones, ya sean sociales, artísticas o de embellecimiento, pero siempre genera un impacto en la comunidad fronteriza.

“No necesariamente tiene que estar en un espacio absolutamente dedicado al arte, sino que puede salir a espacios públicos. Es una gran herramienta para poder difundir un tema de importancia para los mexicanos e incluso para cambiar el entorno. El muralismo se ha fusionado con el arte urbano y es muy hermoso”, comentó el pintor juarense.
En un recorrido por la ciudad, Juárez Digital encontró varios murales, como el que se encuentra frente al puesto de doña Amelia, dedicado a la caricatura Don Gato. Sin embargo, las calles también albergan murales que ilustran fenómenos culturales, retratos de la ciudad, personas o animales, transformando su imagen.

“El contenido puede tener una orientación social, una denuncia pública o simplemente ser decorativo con un estilo determinado. Este último objetivo es muy noble, ya que embellece un espacio y cambia el ambiente en una zona urbana”, comentó Márquez.




Incluso, en varios parques del poniente de Juárez, hay murales que buscan renovar estos espacios de esparcimiento, frecuentados mayormente por jóvenes.
RECONOCIMIENTO E IDENTIDAD
Uno de los murales más famosos de la ciudad es el que pintó el artista Arturo Damasco en un edificio de la avenida Juárez, a pocos metros de la frontera y del puente internacional Paso del Norte. Este mural retrata al Divo de Juárez, Juan Gabriel, y es una de las obras que, más allá de mostrar un problema social, una crítica o denuncia, rinde homenaje a un personaje que forma parte de la identidad juarense.

Sin embargo, hay otros murales con el mismo propósito de reconocer fenómenos culturales propios de Juárez, como los pachucos, boxeadores, luchadores e incluso mujeres rarámuris, quienes han sido plasmadas en grandes pinturas sobre bardas y paredes de la ciudad.

UNA FORMA DE PROTESTA Y PERMANENCIA
Pero las calles de Juárez también albergan rostros que toda la comunidad reconoce, a pesar de que no se trata de artistas o famosos, sino de víctimas de la violencia que ha marcado a la frontera y sigue afectando familias. En este sentido, el muralismo también es parte de una lucha que exige justicia por las víctimas de desaparición, feminicidio u homicidio.

De acuerdo con José Luis Castillo, padre de la joven desaparecida Esmeralda Castillo Rincón y miembro del Grupo de Acción por los Derechos Humanos y la Justicia Social, estos murales, que retratan a personas desaparecidas o asesinadas, ayudan a que sus hijos e hijas no sean olvidados de la noche a la mañana. También sirven como advertencia para que otras personas sepan que aún es peligroso vivir en Ciudad Juárez.

“Es una manera de prevención, para que las niñas y las mujeres sepan que las mujeres siguen desaparecidas y que las autoridades no las han encontrado. Si no seguimos difundiendo las imágenes, se cree que no ha pasado nada, que no han desaparecido”, comentó Castillo a Juárez Digital.




CONDENADOS A DESAPARECER
Sin embargo, los murales pintados en exteriores tienen un tiempo de vida corto, por lo que constantemente los artistas juarenses están pintando nuevas obras para mantener vivas las paredes de la ciudad, testigos de la historia que ahora se cuenta a través de ellas.

“Cuando están en el exterior, significa que esos murales están destinados a morir, a ser efímeros y desgastarse en dos o tres años, a menos que haya un programa de restauración. Pero, por lo general, se deterioran y hay que pintar nuevos”, concluyó Tomás Márquez.