
No te levantes, Honey: Décadas de tortas completamente juarenses
El nombre del establecimiento lo eligió Pérez a manera de tributo de una frase que escuchaba en casa, con la que su padre quitaba la preocupación del desayuno a su madre al ir él por lonches
A escasos metros del Puente Internacional Santa Fe, el lonche de colita de pavo de No te levantes, Honey ha resistido el paso del tiempo, crisis económicas y cambios generacionales. El local, fundado oficialmente en 1962 (aunque su historia podría remontarse a 1958), es hoy un ícono gastronómico de la frontera norte gracias a la perseverancia de Arturo Pérez, actual propietario y tercera generación al frente del negocio familiar.
“Mi abuelo empezó con una troquita allá por el ‘58, luego pasó a ser un puesto de madera, luego uno de metal… y ahora este local ya lo levanté yo”, cuenta Pérez, quien desde 1992 lleva el timón del negocio tras heredarlo de su padre. Curiosamente, tanto su padre como su abuelo dirigieron el establecimiento por exactamente 15 años antes de fallecer, pero Arturo ya supera los 33 años al frente, consolidando su legado.

El nombre del establecimiento lo eligió Pérez a manera de tributo de una frase que escuchaba en casa, con la que su padre quitaba la preocupación del desayuno a su madre al ir él por lonches.
La especialidad de la casa es el lonche de colita de pavo, una receta artesanal que el propio Arturo prepara desde cero. “Yo la descongelo, la sazono, la cocino… todo es casero, y esa es la diferencia”, asegura. La receta es un secreto heredado de su padre, al igual que las aguas frescas de limón y melón, preparadas diariamente para conservar su sabor original, ya que el establecimiento no vende ninguna marca de sodas.

Pero No te levantes, Honeyno solo presume tradición en sus platillos. También sus proveedores, como la panadería Jiménez, han mantenido una relación a través de los años con el negocio: “El abuelo de ellos le entregaba a mi abuelo, el papá a mi papá y ahora el hijo me entrega a mí”, afirma con orgullo Pérez.
La cercanía con la frontera ha traído a comensales de todas partes del mundo, desde Cuba hasta Europa. Sin embargo, el corazón del lugar sigue siendo 100% mexicano. Arturo reconoce que mantenerse vigente ha requerido esfuerzo, especialmente durante tiempos difíciles como cuando se cerró la calle Mariscal por obras de renovación, la crisis migratoria generada por los ataques del 11 de septiembre y más recientemente con los movimientos de migrantes.

Al preguntarle cuál es el secreto para estar tanto tiempo en el negocio indica que la limpieza del lugar y la calidad de los productos que conoce son clave. “Un negocio es como un artista: la bronca no es llegar, es mantenerse”.
Fiel a su estilo, Arturo sigue al pie del cañón todos los días, aunque cuenta con un equipo de ocho empleados. “Si estando yo se hacen güeyes, imagínate si no estoy”, bromea. A pesar de los años, su amor por el oficio permanece intacto: “Me gusta lo que hago, y si gano dinero, no me puedo quejar. No es trabajo si lo disfrutas”.

Para quienes aún no han visitado, la invitación está hecha: “Vengan y se van a dar cuenta que han estado en el lugar equivocado”, dice entre risas. El local se ubica en Mariscal 1081, a escasos metros del Puente Santa Fe.
Al llegar podrán ver a la icónica mascota (la cuál no tiene nombre) en la entrada, un Big Boy californiano, repintado para evitar la promoción de la cadena estadounidense de hamburguesas: “Lo pinté y lo puse a mi modo”, menciona Pérez.

No te levantes, Honey no es solo un lonche, es una cápsula del tiempo que sigue cocinando historias, tradición y sabor en el corazón de Juárez.